jueves, 7 de mayo de 2009

El IV Centenario

A punto ya de retirarse de su cátedra en el Instituto de Tecnología Aplicada, don Bernardino Roig, hombre al que siempre habían repugnado las celebraciones y las onomásticas, recibió una carta de cierto doctísimo señor para que, al recibo de la misma, ensayara, si era su voluntad, unas palabras acerca del centenario de una novela muy celebrada. A fin y efecto de que don Bernardino no se desmandara, cosa que en definitiva el otro se temía, también le envió unas notas donde ciertos sapientísimos caballeros y unas más que subidísimas señoras daban a conocer sus expertas opiniones, todas magníficamente conjuntadas, enardeciendo a la lectura y regalando sobradas pistas acerca de las conclusiones que, finalmente, habían de ser el fruto de las cavilaciones ajenas.

Don Bernardino, siempre tan poco acomodado a tales súplicas, tuvo, sin embargo, un momento de sorpresa, y exclamó:

---¡Oh, el canon!

Después, y ya más tranquilo, escribió:

“Respetados colegas, y también queridos amigos:

Hacen ustedes una aproximación, que sin duda ganará celebridad, a la sinrazón. Elevan a categoría de progreso la locura. Enaltecen, ensalzan, brincan, disfrutan y se calientan con la leña del obnubilado. Después, proponen como modelo de conducta la conducta del desvarío. Dicen, `esos locos, esos herejes sociales, hacen avanzar las sociedades humanas´. Detecto (eso sí, con amor) que les gusta esa patología. Concluyo: me chiflan sus chifladuras, me fascinan sus fascinaciones, me enloquece su locura. Respondo: vuélvanse ustedes locos, pero a mí déjenme en paz”.

Firmo:

Cide Hamete Benengueli (junior)